
Viendo los programas periodísticos del domingo, me percaté y seguro ustedes también, de la amplia cobertura que los diversos canales nacionales le han dado a la crisis sanitaria en Arequipa, hemos visto sendos reportajes durante dos fines de semana. Lo que nos parece positivo, ya que ha permitido que el gobierno central reaccione y se le exija al gobernador regional mayor eficiencia.
Sin embargo, no pude dejar de hacer una comparación con la cobertura periodística que se le dio a la crisis sanitaria en Piura. Incluso, habiendo llegado a la tasa de letalidad más alta en el país con 11%, y teniendo hasta hoy después de Lima el mayor número de contagiados con más de 34 mil y más de 1,600 fallecidos, el doble de los registrados en Arequipa, para la crisis de Piura recuerdo un par de reportajes en canales nacionales.
En Arequipa hubieron dos factores importantes que hicieron que los ojos de todo el país se centraran en la ciudad blanca, el recibimiento que se le hizo al presidente Vizcarra, en medio de protestas del personal de salud y ciudadanía al unísono diciendo “la gente se muere”. Y el otro factor, fue Celia Capira, una mujer valiente, dolida, que corría detrás de la comitiva presidencial, gritando de desesperación, por las precarias condiciones de atención para su esposo, increpando a viva voz para que el mandatario vea las carpas donde estaban los pacientes a la intemperie. El grito de Celia marcará la historia de la pandemia en nuestro país.
Estos hechos reflejan también el temperamento en cada región. En el caso de Piura, el primer ministro y luego el presidente fueron acompañados por nuestras autoridades a inauguraciones, como la Videnita, que después de veinte días todavía no entra en funcionamiento. Aquí nadie exigía todo lo que faltaba, las comitivas oficiales con sus asfixiantes protocolos se encargaban de silenciar los reclamos del personal de salud y familiares de pacientes en las puertas de los hospitales Covid.
Esta pandemia nos está haciendo más fuertes, más resilientes, pero también tenemos que aprender a exigir nuestros derechos y que se nos escuche. El centralismo no puede ser un factor más que ahogue nuestros justos reclamos, si se trata de salvar la vida de miles de piuranos bien vale que nos salga del corazón y del alma el grito de “una Celia piurana” a la que nadie pueda silenciar nunca más.