
Entramos a un nuevo proceso electoral para elegir presidente y congresistas y cada vez es más evidente que la crisis no solo es ideológica, programática, de organicidad partidaria, sino y esencialmente, es una crisis en la que los ciudadanos, no nos sentimos representados en el menú de candidatos que proponen los partidos políticos.
En medio de las escaramuzas que trajo consigo la propuesta de reformas electorales cuyo plazo para realizarlas venció hace pocos días, algunos “analistas” señalan que se ha perdido la oportunidad de eliminar el voto preferencial, al que consideran dañino; entre otras razones, porque acentúa el protagonismo de los candidatos en perjuicio de la organización partidaria, alienta el clientelismo de los que tienen mayores recursos económicos que usan para formar redes en torno a sus liderazgos en desmedro de la unidad partidaria y porqué, supuestamente, atentaría contra la paridad y la alternancia entre varones y mujeres en las listas de candidatos.
Eliminar el voto preferencial, significaría bloquear la posibilidad de que sean los propios electores quienes establezcan su propio orden de preferencias, usando su voto para modificar el orden de prelación en que los partidos políticos ubicaron a sus candidatos.
Lo que el sesgo de estos analistas omite, es que los electores no tienen garantía alguna de que las listas de candidatos, reflejen cabalmente la voluntad democrática de su militancia y no los negocios y acuerdos a los que lleguen, por ejemplo, el dueño de un partido político y el gobernador regional que quiere convertir a su hermano en congresista y si no hay voto preferencial, los votantes por esa lista de candidatos, terminarían eligiendo al hermano del gobernador, así no quieran.
Igual se podría argumentar respecto al sexo de los candidatos. Los electores estarían obligados a votar por una cualidad biológica las personas y no por sus propuestas o porque se identifican con éstas, al margen de si son varones o mujeres o LGTB y todas sus variantes. Empoderar a la mujer frente al machismo no tiene porqué significar un recorte en la libertad de los ciudadanos para elegir por quienes desean ser representados.
El factor más decisivo en la democratización de los partidos políticos, es justamente la libertad para elegir y no el encubierto recorte de esa libertad.