El deber de transparencia: No la vemos

Para calificar como positiva la conducta de un funcionario público es fundamental valorar cuán transparente es en sus decisiones; si, en primer término, éstas se condicen con la ética y luego, si son concordantes con la legalidad y el interés público.

A propósito de la moción de vacancia al presidente de la república, se vio un enfrentamiento político entre quienes creen que lo revelado por los audios, era causal suficiente para removerlo del cargo versus quienes, bajo distintas consideraciones, argumentaban en contra de la moción.

Lo que ninguno de los bandos enfrentados observó, es si los protagonistas de esos audios, incluyendo al presidente, evidenciaron en su accionar la práctica de ese valor fundamental que es la transparencia y que debe acompañar todos los actos de quien gobierna como también de sus funcionarios.

Muy pocos se han preguntado si el diálogo del presidente con sus colaboradoras, “coordinando” sus respuestas ante la fiscalía por las visitas de Richard Swing, evidenciaban concordancia con la ética, la legalidad y el respeto por el interés público. A casi nadie le importó, cómo fue que un personaje extravagante y chillón, pudo colarse en una importante entidad pública para hacer nada relevante a cambio de altos estipendios pagados con dinero público. Según el cristal de antipatía o simpatía política con que la mayoría mira la controversia, se valoran las grabaciones que hizo la asistente, pero no se preguntan cómo así las dos mujeres en contienda, pudieron colocar en puestos pagados con dinero público, a amigos y parientes, de ellas y del propio presidente.

El deber de todo gobernante en cualquier nivel del Estado, no sólo es explicar hechos que, por su naturaleza, corresponden a la esfera pública, sino y esencialmente, es no incurrir en acciones que afecten su relación de confianza con los ciudadanos, al disponer vedadamente de los recursos públicos.

La confianza entre el gobernante y los ciudadanos, no se impone, se inspira y se ejemplifica y lo que se ha visto en la última semana, no es precisamente inspirador ni ejemplificador. Lo acontecido, puso en la discusión pública simpatías o antipatías por el presidente o por los congresistas, soslayando el deber de Transparencia al que ambos están obligados. La simpatía o la odiosidad nos siguen obnubilando. No la vemos.

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